Chema madoz es un fotógrafo español que comenzó su carrera estudiando Historia del arte, carrera que compaginaba con sus estudios de fotografía. Su estilo es muy característico, ve cosas que el resto no son capaces de ver con objetos cotidianos.
Madoz viene poniéndonos en contacto con esos otros mundos posibles que nos rodean, un universo de objetos tan familiares como desconocidos, tan próximos como irreductiblemente extraños.
Poco a poco, fue adentrándose en el mundo de la fotografía, realizando exposiciones, publicando libros e incluso ganando premios de este sector.
Y, desde entonces, asistir a una exposición suya u hojear uno de sus catálogos sólo resulta provechoso si estamos dispuestos a reconocer de entrada que aún no lo sabemos todo de esos fieles servidores que rodean nuestra más inmediata cotidianidad. Cerillas, cubiertos, relojes o libros que Madoz emplea para subrayar esa suerte de complementariedad dialéctica existente entre las categorías de lo real y lo virtual.
El arte de Madoz comparte otro rasgo: su gusto casi obsesivo por la precisión. Una obsesión que se manifiesta en la milimétrica exactitud que destilan sus fotografías, en la simetría de sus encuadres, en su limpio y delicado uso de la luz.
En esta práctica traigo una fotografía simulando su estilo, aunque sea complicado, intentando convertir un objeto cotidiano en otro totalmente distinto.
